Todos los seres humanos tenemos algo en común: nuestra capacidad de cuestionarnos. Alguna vez nos hemos preguntado acerca de quiénes somos o a dónde vamos, o por qué estamos en este mundo, es decir, en pocas palabras, nos preguntamos por el sentido de nuestras vidas.
El “Sentido de Vida”, de acuerdo con Viktor Frankl (1998), se define como el para qué, el motivo, la razón, lo que nos impulsa para lograr algo o para ser de una manera determinada. Esta noción tan fundamental, ha cobrado vital importancia, en estos tiempo postmodernos, la realidad se ha “virtualizado”; se hizo imagen, pantalla, fachada. “La verdad es un recuerdo;la objetividad, se ha convertido en una ilusión o (a lo más) en un deseo” (Fischl, 1994. p. 467).
Y precisamente desde esta visión postmoderna se ha caído en el “relativismo (las cosas, el hombre, la sociedad, son con relación a quién los observa, o aprecia); el nominalismo (las cosas son lo que el hombre hace de ellas y lo menos que hace es ponerle nombre); el inmanentismo ( las cosas, el hombre, la sociedad, tienen sentido en relación con este mundo: no hay forma objetiva de probar la creencia en un trasmundo o trascendencia); el escepticismo (nada se puede conocer con verdad); el nihilismo (no hay ser, sino nada); el pragmatismo (hay que tener un sentido realista, práctico, activo en la vida); el nihilismo valorativo, según el cual los valores no valen porque nada hay (un Ser superior, una naturaleza humana) que los haga valer en sí mismos: el utilitarismo diario: sin fundamento en sí mismo, lo que importa es lo útil para el proyecto de cada uno y por último el sensismo, sexualismo (la bulimia de las sensaciones y del presente, de acuerdo a Tavella (2002) en su libro Valores modernos y posmodernos en las expectativas de vida de los jóvenes.
Desde la visión humanista “el vacío existencial” es uno de los más importantes problemas para nuestra sociedad, que ha sido afligida por dos grandes guerras, “por ideologías destructivas, y por la alienación de los valores tradicionales” (Fizzotti, 1974. p. 25).
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